¿Qué son los espacios liminales y por qué nos perturban tanto?
La ficción está muy a tope con esta figura que nos enfrenta a la posibilidad de que la realidad, de repente, haya dejado de funcionar como debería.
Los espacios liminales son aquellos que existen en el umbral entre dos estados, lugares de transición donde el tiempo parece suspendido. Un centro comercial sin clientes, una carretera infinita en mitad de la noche, un aeropuerto vacío. Nos resultan familiares, pero algo en ellos se siente... mal. No son ni el principio ni el final, solo un intermedio que parece eterno. Y ese es su verdadero horror: ¿qué pasa si no encontramos la salida?
El concepto de los backrooms, surgido en internet, juega con esta sensación: oficinas sin alma, habitaciones con luces fluorescentes parpadeantes, pasillos que parecen alargarse sin fin. Son imágenes que provocan un déjà vu extraño, como si hubiéramos estado allí en un sueño o en una memoria mal archivada.
El horror liminal aprovecha esta incomodidad. En vez de mostrarnos monstruos, nos sitúa en un lugar que no podemos comprender del todo. Nos enfrenta a la posibilidad de que la realidad, de repente, haya dejado de funcionar como debería.
Silent Hill, BLAME!, It Follows, El resplandor, Carretera perdida, Vivarium, Pulse (Kairo), The Blair Witch Project, La casa de hojas, La maldición de Hill House… El cine, los cómics, los videojuegos y la literatura han jugado con estos espacios para construir algunas de las atmósferas más inquietantes jamás vistas. En esta entrega, exploramos por qué nos aterra tanto quedar atrapados en un limbo sin forma.
Lugares de paso, pero atrapados en ellos
Estaciones de tren con eco, pasillos de hospital demasiado vacíos, el parking de un centro comercial cuando ya han cerrado todas las tiendas. Sitios diseñados para ser puntos de tránsito, pero que se convierten en trampas cuando nos detenemos demasiado en ellos.
El horror se alimenta de esa sensación: nos coloca en lugares que deberían ser temporales, pero que, de repente, nos atrapan. No hay monstruos ni sustos, solo la certeza de que no deberíamos estar aquí tanto tiempo.
BLAME!: Arquitectura para perderse y no volver
Si hay un cómic que ha sabido jugar con los espacios liminales hasta llevarlos al extremo, es BLAME!, de Tsutomu Nihei. Su protagonista, Killy, vaga sin rumbo por una ciudad infinita, construida por máquinas que han perdido el control y siguen ampliándola sin razón. No hay lógica en la disposición de sus estructuras: pasillos que no llevan a ninguna parte, edificios imposibles, escaleras suspendidas en la nada.
El mundo de BLAME! es físicamente hostil y emocionalmente opresivo. No es un sitio que puedas conocer, solo atravesar, y con la terrible certeza de que nunca habrá un destino final.
La casa de hojas: Cuando el espacio mismo es el horror
La casa de hojas, de Mark Z. Danielewski convierte lo liminal en una experiencia de lectura abrumadora
La premisa parece sencilla: una familia se muda a una casa en Virginia y descubre que el interior es más grande que el exterior. De pronto, aparece un pasillo donde antes no había nada, y cada vez que lo recorren, se expande más y más, volviéndose un laberinto imposible.
Pero La casa de hojas no es solo la historia, sino cómo se cuenta. El libro desafía la estructura de la página: textos en espiral, palabras que desaparecen, notas al pie que se convierten en laberintos propios. Es una novela que te obliga a perderte en su arquitectura, como sus personajes.
La casa de hojas convierte el propio lenguaje en un espacio liminal, donde nunca estás seguro de dónde estás.
La maldición de Hill House: Una casa que devora el tiempo
La maldición de Hill House (tanto la novela de Shirley Jackson como la serie de Mike Flanagan) transforma una casa en un limbo emocional.
Hill House es un ser vivo, un depredador que atrapa a quienes la habitan. En la novela, los personajes experimentan cambios sutiles en la estructura: pasillos que parecen más largos, habitaciones que desaparecen y un eco constante de un pasado que no termina de irse.
En la serie de Netflix, Flanagan expande la idea al máximo, haciendo que el tiempo mismo se distorsione dentro de la casa. Los personajes viven el pasado y el presente al mismo tiempo, atrapados en un duelo del que nunca logran escapar.
Hill House es el espacio liminal definitivo: un lugar que debería ser un hogar, pero que nunca deja ir a nadie del todo.
Silent Hill: El miedo de perderse en un sitio que no debería existir
La ciudad de Silent Hill es, literalmente, una trampa. Un laberinto donde cada callejón es un callejón sin salida, donde la niebla lo cubre todo, donde los edificios cambian su forma sin previo aviso.
Pero el verdadero terror de Silent Hill no es su monstruosidad visual, sino la idea de que no hay vuelta atrás. Silent Hill 2, en particular, transforma la ciudad en un reflejo del protagonista: el espacio mismo se convierte en su castigo.
El horror de estos videojuegos no es solo lo que acecha en la oscuridad, sino la sensación de que te estás alejando más y más de cualquier salida posible.
The Stanley Parable y la paradoja de la elección infinita
The Stanley Parable lleva la sensación de lo liminal como trampa física al ámbito narrativo.
El jugador controla a Stanley, un oficinista que se encuentra solo en su lugar de trabajo, guiado por un narrador que intenta imponerle un camino. Pero el verdadero truco es que cada elección lleva a una nueva bifurcación, a rutas que nunca parecen cerrarse del todo. La paradoja del juego es que, sin importar qué hagas, siempre vuelves al punto de partida, atrapado en un bucle eterno donde cada decisión es una ilusión de control.
En The Stanley Parable el horror está en el bucle narrativo, en la certeza de que nunca verás el final porque el final no existe.
NaissanceE y la exploración del vacío
NaissanceE es un viaje sin destino. El videojuego es un ejercicio extremo de horror liminal. No hay historia, no hay diálogos, solo la experiencia de moverte por una arquitectura inhumana y opresiva. Pasillos infinitos, escaleras que no llevan a ninguna parte, habitaciones tan enormes y vacías que parecen estar fuera del tiempo.
No hay enemigos, ni puzzles claros, ni objetivos definidos. Solo la sensación de estar atrapado en un mundo ajeno que te ignora. No hay muerte, pero tampoco vida. Solo un constante avanzar sin saber si alguna vez llegarás a algún lado.
Kubrick, Lynch y el laberinto de la realidad
Stanley Kubrick entendió la pesadilla de los espacios liminales mejor que nadie en El resplandor. El Hotel Overlook es un lugar de paso, pero Jack Torrance y su familia terminan atrapados en él. Sus pasillos interminables, sus habitaciones deshabitadas y su opulencia vacía generan una sensación de inquietud constante.
David Lynch ha explorado estos espacios en Carretera perdida y Twin Peaks: Fuego camina conmigo. En sus películas, los lugares parecen normales a primera vista, pero algo en ellos está... desajustado. La luz parpadea de manera antinatural, los pasillos son demasiado largos, los personajes repiten frases como si estuvieran atrapados en un bucle.
En Carretera perdida, la autopista nocturna no es solo un camino, sino un estado mental. Una carretera infinita donde la identidad se fragmenta, donde la realidad se pliega sobre sí misma.
Lynch entiende que el verdadero horror no es el monstruo en la oscuridad, sino la sensación de que el mundo mismo ha perdido su coherencia.
It Follows y el miedo a un tiempo indefinido
It Follows es otro ejemplo de horror liminal. No hay una época clara en la que transcurra: la ropa, los televisores, los coches… todo parece sacado de diferentes décadas. Esto genera una sensación de estar atrapado en un tiempo sin definición.
La película juega con la idea de que lo peor no es lo que viene hacia ti, sino no saber cuándo va a atraparte. La maldición de It Follows es lenta pero inevitable, y la única forma de escapar es huir constantemente. Un limbo eterno en el que la única certeza es que nunca estarás a salvo.
Pulse (Kairo), Vivarium y The Blair Witch Project
El horror liminal también ha dejado su marca en el cine asiático con Pulse (Kairo). La película de Kiyoshi Kurosawa es una pesadilla digital donde los espacios vacíos se convierten en trampas y los fantasmas se filtran a través de las pantallas.
En Vivarium, la pesadilla se vuelve doméstica: una pareja queda atrapada en un suburbio artificial donde cada casa es idéntica y cada salida los devuelve al mismo lugar. El verdadero horror es que su vida entera se convierte en una rutina sin sentido.
Y si hablamos de espacios liminales, no podemos olvidar The Blair Witch Project. El bosque parece infinito, los personajes caminan en círculos y, cuando creen estar avanzando, descubren que siempre terminan en el mismo sitio. El miedo no es la bruja. El miedo es darse cuenta de que no hay salida.
¿Por qué estos lugares nos perturban tanto?
Los espacios liminales nos inquietan porque atacan uno de nuestros miedos más básicos: quedar atrapados en lo incompleto.
Vivimos en una época de transición, donde lo viejo ya no existe y lo nuevo aún no ha tomado forma. Nos prometieron un mundo que nunca llegó, y lo único que nos queda es mirar hacia atrás con nostalgia.
Quizás por eso estos lugares nos dan miedo. No por lo que contienen, sino porque nos recuerdan que podríamos estar atrapados en ellos sin darnos cuenta.
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Muy interesante. Y aterrador para alguien, como yo, que sufre de claustrofobia. Leer sobre todos estos lugares me ha hecho sentir atrapado en un armario…