Puños, sangre y redención: el existencialismo a golpes de Jiro Taniguchi
Además de los paseos, hubo sangre dientes y redención en la obra del maestro del manga
Al hablar de Jiro Taniguchi, es fácil caer en la postal: la del flâneur japonés que camina en silencio por calles mojadas, que cocina con pausa, que observa la vida como quien intenta dibujar el viento. Pero hay otro Taniguchi. Uno que se cuece a fuego lento en los márgenes, que no pasea sino que pelea, y cuyas historias transpiran sudor, rabia y una dignidad que solo se encuentra con los puños.
Ese Taniguchi está en Blue Fighter, editado en España por Planeta Cómic, y en Garōden (con Baku Yumemakura), que recuperó Ponent Mon con mimo y respeto por su ferocidad original. Dos mangas que funcionan como relatos de combate, pero también como parábolas sucias sobre la identidad y la redención. El dolor físico como acceso a algo más hondo. Como en las buenas canciones de lucha, de esas que no piden justicia, solo la oportunidad de seguir de pie.
Golpes que dicen más que las palabras
“Everywhere I hear the sound of marching, charging feet, boy”, cantaban los Rolling Stones en Street Fighting Man. Esa frase podría abrir cualquiera de estas historias. Porque los personajes de Taniguchi no vienen de la épica, vienen del barro. Son jóvenes sin rumbo, hombres rotos, luchadores sin gloria que entran al tatami como quien cruza el umbral del infierno, sabiendo que no saldrán indemnes.
Blue Fighter arranca con una pelea y nunca abandona la tensión del cuerpo a punto de romperse. El protagonista no busca venganza ni fama: solo saber si puede resistir. Garōden eleva ese planteamiento hasta convertirlo en cruzada: una búsqueda espiritual canalizada a través del combate físico, sin respiro, sin tregua. Como Ain’t It a Sin, de Charles Bradley, un grito desde el fondo del pecho que no busca redención, pero tampoco la niega: “How can I give so much love and get nothing in return?”
La violencia aquí es estructural. Caribou Marley (el seudónimo tras el que se esconde el guionista del manga Old Boy) sabe ponerse turbio. Taniguchi es un compañero de viaje que quizás no pareciese primera opción, pero vaya si lo es. Es esa violencia el único lenguaje que estos personajes conocen para explicarse, para amar, para arrepentirse, para sobrevivir.
Taniguchi ofrece una clase magistral de la coreografía del boxeo (Blue fighter) y las artes marciales (Garōden), sí, pero ese es el envoltorio de algo mucho más complejo y visceral.
Entre la sangre y la sombra
Este Taniguchi nada contemplativo tiene ecos que resuenan incluso en sus obras más conocidas. Pero es en títulos como Hotel Harbour View —también en Ponent Mon— donde explora a fondo ese lado oscuro: sicarios, mujeres fatales, silencios que matan más que los cuchillos. O El rastreador, una historia que es más un lamento que una trama, donde lo salvaje no está en el bosque, sino en la mirada.
Taniguchi no celebraba la violencia, pero la entendía. Sabía que el cuerpo guarda cosas que las palabras no pueden explicar. Que hay heridas que se curan solo cuando se enfrentan.
La lucha como forma de estar en el mundo
Garōden y Blue Fighter son mangas que van mucho más allá de lo deportivo o de lo violento. Son mangas existenciales. Leídos hoy, en esta era de brillo y apariencia, resultan incluso subversivos. Tienen esa mezcla entre idealismo y cabezonería que lleva a sus antihéroes a llevar sus cruzadas hasta el último extremo. A lo largo de las páginas, sus caminos de autodestrucción agarran por el cuello y te preguntan, entre golpe y golpe, si realmente sabes quién eres cuando te quitan todo.
Para quien no conozca en profundidad la amplísima obra del autor, este es un sorprendente reverso de esa belleza cotidiana que Taniguchi convirtió en marca de la casa: aquí no hay té ni gatos ni nubes amables. Hay rabia. Hay calle. Hay carne.
Y sin embargo, todo encaja. Como si para llegar a la contemplación, antes hubiese que pasar por el dolor. Como si cada paseo silencioso en El caminante solo fuera posible porque alguien, años atrás, peleó como un animal para poder mirar el mundo sin miedo.
Escúchalo también en Base Otaku
Si te interesa este otro Taniguchi, el que sangra y se arrastra, te recomiendo escuchar los especiales que le dedicamos en Base Otaku. Allí hablamos de sus inicios, de sus zonas oscuras, y de por qué fue mucho más que un poeta de lo cotidiano:
🎧 Taniguchi: del barrio a las cumbres nevadas
🎧 Taniguchi sentimental
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