Valles secretos: Utopías sin adultos para huir un rato
Campamentos imposibles, autobuses voladores y laberintos espaciotemporales para que la chavalada camele
Desde que Peter Pan se negó a crecer, la ficción infantil ha desplegado una y otra vez la misma hipótesis: ¿qué pasa cuando los adultos desaparecen? No como catástrofe, sino como oportunidad. En esos relatos, los niños fundan países, diseñan normas, establecen economías simbólicas, se enfrentan a invasiones o construyen máquinas imposibles. Lo hacen sin supervisión, sin recompensa y sin moraleja.
Pippi Calzaslargas vive sola, con un caballo en el porche, una maleta llena de monedas y un desprecio absoluto por la autoridad. Lo que parecía extravagancia se revela como programa político. Los Goonies activan una operación de rescate inmobiliario en túneles subterráneos mientras sus padres siguen firmando hipotecas. Peter Pan levanta un microestado sin relojes, con reglas que cambian a voluntad.
Estas no son fantasías evasivas. Son ensayos de soberanía. La infancia funciona como laboratorio de gobierno alternativo. Y entre todas las geografías posibles, Australia aparece como una fábrica constante de estas ficciones. Durante los años 80 y 90, produjo series donde los críos ocupaban parques, montaban zepelines, luchaban contra invasores y saltaban entre épocas sin necesidad de aprobación adulta.
En esta cápsula reunimos algunas de esas historias. Todas tienen en común una premisa sencilla: nadie pide permiso. No hay mediación pedagógica. Solo deseo de fuga, organización mínima y tiempo propio.
El Valle Secreto
Estrenada en España por TVE en 1982, esta serie australiana muestra a un grupo de chavales que rehabilitan un parque ruinoso y fundan su propia «república internacional campista». En 26 episodios, construyen casas, redactan normas, se organizan por turnos y se enfrentan a amenazas externas: un empresario quiere comprar el terreno, bandas rivales aparecen con frecuencia (la macarrísima Banda del Araña). Los conflictos se resuelven con herramientas sencillas: diálogo, acuerdos, trabajo compartido.
En el episodio 3, los protagonistas celebran una asamblea junto al lago. Discuten, votan y deciden. La escena tiene la precisión de un manual de cooperativismo sin pretensión pedagógica. La estructura de poder se disuelve, y en su lugar aparece un sistema basado en la responsabilidad mutua.
La serie, rodada en localizaciones reales, confía plenamente en sus personajes. Nadie les dice qué hacer. Tampoco se idealiza la experiencia. La autogestión aparece como opción concreta, tangible, inmediata.
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Profesor Poopsnagle y el autobús en el cielo
Emitida también en TVE en 1987, esta serie (coproducción Australia-Francia-España) retoma algunos personajes de El Valle Secreto y los desplaza a otro terreno: el cielo. Un grupo de alumnos construye un zepelín de vapor —mitad globo, mitad locomotora aérea— para buscar a su profesor desaparecido y localizar seis “sales de oro” capaces de revertir la contaminación del planeta. Cada episodio los lleva a una nueva región de Australia, con retos científicos, acertijos y paisajes imponentes.
El autobús-zepelín, ensamblado con piezas reales, actúa como refugio, laboratorio y base de operaciones. La movilidad, la estrategia y la cooperación lo definen todo. No hay superior jerárquico. Las decisiones se toman entre iguales. La acción avanza sin moralejas ni voz de autoridad.
Poopsnagle convierte el continente australiano en tablero de juego y ensayo de comunidad. No se representan soluciones milagrosas. El motor principal es otro: el deseo de seguir adelante sin pedir instrucciones.
Chocky
Basada en la novela de John Wyndham (autor del clásico de la ciencia-ficción El día de los trífidos), Chocky se emitió en TVE en 1985. En ella, un niño entra en contacto telepático con una inteligencia extraterrestre que le transmite conocimientos científicos, habilidades abstractas y nuevas formas de percepción. Su entorno —profesores, padres, autoridades— empieza a vigilarlo. No entienden qué ocurre. Sospechan.
Durante seis episodios (y sus secuelas Los hijos de Chocky y El desafío de Chocky), la serie desarrolla un conflicto soterrado: la educación formal frente al aprendizaje libre. Chocky no plantea una invasión ni una amenaza. Plantea una emancipación. El niño ya no encaja en el aula, ni en el horario. Piensa de otro modo. Entiende cosas que otros han dejado de ver.
La estructura de poder se descoloca. El saber circula por canales paralelos. Y ahí, en esa grieta, se abre otro tipo de relación con el mundo.
Dentro del Laberinto
Emitidaen TVE entre 1981 y 1982, Dentro del Laberinto (Into the Labyrinth) es una serie anglo-australiana, en la que tres chavales viajan en el tiempo (para ayudar a un mago a recuperar el Nidus, un objeto mágico de poder ilimitado. En cada episodio aterrizan (sin salir del laberinto) en una época distinta: Egipto, la Edad Media, el Londres de Shakespeare. Los adultos que encuentran siguen patrones obsoletos. Repiten errores. No ven lo que hay que ver.
Los niños, en cambio, interpretan pistas, toman decisiones, resuelven enigmas. La movilidad temporal no se presenta como juego. Actúa como desplazamiento real desde el tiempo rígido de los mayores a otro más flexible, más táctil, más permeable.
La serie, modesta en producción, sostiene una idea de fondo: quienes pueden salir del laberinto no lo hacen por experiencia, sino por mirada.
Durante años, la televisión pública australiana emitió series donde los adultos no eran imprescindibles. A veces ni estaban. En su lugar, aparecían estructuras mínimas, códigos propios y una ética compartida basada en la necesidad. La infancia dejaba de ser una fase y se convertía en sistema operativo. Ni distopía ni cuento: un terreno de ensayo que, revisitado hoy, sigue funcionando como hipótesis de futuro. Por un capricho del destino (o de la tele) esas series llegaron desde las Antípodas a una España fuertemente necesitada de fantasía y evasión.
Queda el archivo. Queda la sospecha de que algo de todo aquello sigue vivo en los márgenes: en un servidor olvidado, una edición descatalogada o un juego sin reloj.
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