Elogio del Sexto Hombre
Cuando una fábrica de estrellas como NBA ensalza la figura del secundario de lujo
¿Quién quiere ser el segundo plato cuando puedes ser la estrella?
¿Quién soñaba de niño con ser el primer reserva y no el MVP de las Finales?
En la NBA, una de las ligas más obsesionadas con el brillo personal, existe un premio que me resulta profundamente hermoso: el Sexto Hombre del Año. El trofeo reservado a quien, lejos de deslumbrar con focos, mantiene al equipo en pie en esos minutos en que todo tiembla. No es un premio al talento desbordante, sino a la resiliencia, a la constancia, a la importancia silenciosa. Me fascina que una potencial fábrica de egos como es la NBA mantenga una tradición tan asentada de jugadores que asumen su rol en el equipo con tanta naturalidad como profesionalidad.
Este año, ese galardón ha sido para Payton Pritchard, el pequeño gran luchador de los Boston Celtics. No es el jugador más alto, ni el más espectacular, ni el más mediático (aunque tiene su propia marca de ropa y una gran cantidad de merchandising sobre su figura). Es, sencillamente, el que siempre está ahí.
El viaje improbable de Pritchard
Hace un par de temporadas, Pritchard era un actor de reparto condenado a esperar su oportunidad, tragando minutos de banquillo mientras su rabia hervía en silencio. Pidió ser traspasado. No porque odiara Boston, todo lo contrario ("Boston es la mejor ciudad deportiva del mundo", diría después), sino porque no soportaba no competir.
No le movieron. Y menos mal.
En 2025, Pritchard ha explotado:
14,3 puntos, 3,8 rebotes y 3,5 asistencias de media.
41% en triples (y récord histórico de más triples anotados por un suplente).
Un papel esencial en un equipo que quiere repetir anillo.
Su camiseta es ya uno de los souvenirs más buscados alrededor del TD Garden. Su apodo, “Pritch Please”, aparece en pancartas caseras y camisetas improvisadas. Sus 43 puntos ante los Blazers en marzo, incluyendo 10 triples, han entrado en la leyenda moderna del Garden.
Pero quizá su mayor logro es otro: representar esa rara virtud en el deporte de élite moderno. Ser grande sin ser protagonista.
Una NBA de premios insólitos
La NBA siempre ha tenido una imaginación peculiar para reconocer virtudes que otras competiciones ni se molestarían en mirar. Este año 24/25, además del Sexto Hombre, han entregado:
Jugador que más ha mejorado Mejorado: a ese tipo que pasa de actor de fondo a portada de videojuego.
Clutch Player of the Year: al que no se arruga en el último minuto (donde los valientes se encogen y los locos prosperan).
Campeón de la Justicia Social: sí, en serio. Porque ser leyenda también pasa por levantar la voz fuera de la cancha. Este año se lo ha llevado Jrue Holiday, de los Celtics.
La NBA, con su mística de superhéroes, entiende algo profundo: no todo se mide en puntos y highlights.
Un deporte que siempre vuelve
Yo no fui un niño futbolero. Crecí enganchado al auge del baloncesto en España entre mediados de los ochenta y principios de los noventa. La cita semanal con la revista Gigantes del Basket, los partidos grabados cuando se podía o trasnochar para ver el All-Star se convirtieron en rituales para mí en la que iba todo al verde: Joventut de Badalona en la ACB y Boston Celtics en la NBA.
Volver ahora, en plena madurez, y encontrar historias como la de Pritchard, me recuerda por qué este juego engancha tanto y por qué la NBA sigue siendo uno de los mayores espectáculos del mundo.
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Libros:
CUANDO ÉRAMOS LOS MEJORES Earvin «Magic» Johnson y Larry Bird, con Jackie MacMullan - Editorial Contra. Una auténtica maravilla, vivieses o no esa época de la NBA.
MEMORIAS EN VERDE. HISTORIAS DE LOS BOSTON CELTICS, de Juan Francisco Escudero. JC Ediciones. Un libro apasionante por parte de uno de los mejores escritores españoles sobre baloncesto.
Documentales:
Payton Pritchard no será el mejor jugador de su generación, ni falta que le hace. Es posible que deje de ser el jugador numero seis de los Celtics y desarrolle un rol más relevante en otro equipo, por qué no. Igualmente, es la prueba viviente de que en el baloncesto, como en la vida, a veces lo más grande es seguir entrando a la pista cuando nadie te promete el balón y seguir tirando, aunque falles las cinco primeras. Así es como se construye una leyenda sin focos.
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Yo soy muy aficionado al baloncesto... pero sobre todo al europeo. Nunca he terminado de entender bien la NBA, sus estadísticas, su individualismo (que son también las causas de que cada vez me guste menos el fútbol) pero dentro de que no soy muy fan, mi equipo también son los Celtics (y los Sacramento Kings) desde shiquetito